Puedo regalarte un soplo de viento,
una vida fugaz de lágrimas pequeñas
y tallo de flor, enraigada en mis labios.
Latir un segundo, anclando por siglos
mi barbilla en tu pecho, libre,
batiendo mis alas en un nido deshecho.
Y luego dormir, penetrando la luz submarina
que este milagro huella, desnudo y tangible,
pronunciando un silencio de labios lentos.
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