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martes, 24 de enero de 2012

Vigila, vigila...


Vivimos bajo el mismo tetto la experiencia de nuestras vidas: despertábamos entre girasoles, buongiorno amica, canciones de Ricca, paseos por San Pablo con un altro kebab (aun faltan para el omaggio...) y gelatto...doppia panna por favor, y melón y sandía para ti. Fiel. A tu plaza Venezia, a tu cámara, a tus deliciosos dulces per la merenda, a las personas que quieres y cuidas con ilusión y detalles.

Me siento afortunada, mia sorella. Me siento afortunada.

Lo han sido esas criaturas a las que educaste con paciencia y cariño. Dejaste huella, lo sé.

No nos faltaba de nada: ciambelloni, conversaciones interminables, una cara Lupeta hambrienta siempre de cosquillas... hasta teníamos cuñao. Nos faltaba esto, si, pero nos llenaba aquello. Notitas en el armario, noches de compartir vida en fotos y recuerdos, de venerar al santo patrón Lorenzo y su surrealismo, de cenar Coyote y empacharnos a coatti...

Recuerda, aprendimos a bailar gracias al Indi, descubrimos que tú, yo y cualquiera que se nos cruce siempre puzzi, que La Garriga es cuna de artistas, que hay buitres cerca del Vaticano y famosas en las catacumbas...

Me siento afortunada. No sabes con cuanto cariño guardo esos recuerdos. Me emociona acariciarlos...

Joder, vivimos bajo el mismo tetto la experiencia de nuestras vidas...ahora me manca un botto aquella época de capuchinos al sol y risas y bicicleta (a veces demasiada...), de paseos con tiempo o sin tiempo...en realidad, para qué queríamos el tiempo viviendo en la ciudad eterna...

Y aunque ahora nos cubra un tetto lejano y diferente, seguimos compartiendo.

Buona notte amica. Buona notte.

domingo, 25 de diciembre de 2011

La chaqueta y la dignidad

Llegó, por primer día, al Centro. Él había sido director de orquesta. Ahora tiene Parkinson, y unos hijos muy ocupados. Yo también estoy muy ocupada. Está bien, en los tiempos que corren, que estemos ocupados.
Fue director de orquesta. Deprisa, tomo una hoja con cuatro dibujos navideños para colorear, tres pinturas de cera, se lo acerco. ¿Esto? me pregunta. No entiendo por qué se sorprende. Sí, le contesto. Me mira diez segundos más, con los ojos muy abiertos. Casi se le caen. Ahora entiendo por qué se sorprende. Aun lleva puesta la chaqueta. Se la quito, la llevo fuera. Él comienza a pintar lento, los ojos van recuperando su hueco. Cuelgo la chaqueta fuera. Me llevo también la dignidad.
Me pica un poco. Pero estoy muy ocupada. Le acerco tres pinturas de cera más. No son tan diferentes de una batuta, me rasco. Él ni siquiera levanta ya los ojos. Quizá los tiene también ya muy ocupados. Está bien en los tiempos que corren.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Jevi metal

Me estremezco y explotan en mi cráneo las vibraciones. Me devano el seso en traducirlas, luego raudas galopan por mi cuerpo y mi bello las acompaña cuando sabe que son correctas. Corretean y algunas ya se liberan de la atadura de mi piel haciéndome cosquillas. Son eléctricas en la punta de mis dedos.
¡Rápido!
Tengo que acorralarlas y dejarlas escapar solo por mis manos mientras que todo mi cuerpo se convulsiona esperando su llegada. Allí y solo allí se liberan ahora, para convertirse en melodía, este es mi sistema ahora y solo ahora, y si mi coordinación no me defrauda enseguida oiré la interpretación que hace de ella el espacio que me rodea. El espacio me la devuelve, y con que fuerza.
Algo se apodera de mi tórax, lo contengo con la garganta. Es demasiado fuerte. Lo libero a sacudidas.
¡Diossss como suena!
De repente caigo sobre el agua. Pummmm. Han llegado.




Lo oigo todo lejano. Solo graves.




Pu pum pu pumm, mi corazón... todo fluye. Sobrevuelo el sonido.

Espera...Creo que vuelve, la vibración, poco a poco vuelve, la oigo cada vez más cerca. ¡Ahí está!
Corre, vuelve a hacer que suene.
Me estremezco y explotan en mi cráneo las vibraciones.


Se vuelve eterno. Es un circulo vicioso. Una nueva forma de entendimiento. Llegaré otro día más junto a ella. La vida es música, y no hay dioses, hay melodías eternas.

PABLO EL GALLEGO

viernes, 4 de noviembre de 2011

El color añil

Caminaba cogida de la mano de la abuela a través del largo pasillo que desembocaba en la puerta de la habitación. Me gustaba ir a aquella casa y atravesar la calle como si fuese una sutil linea de frontera para ver lo que había en la otra parte.
Las paredes pintadas de blanco y añil en el patio sombreado. Nada más. Solo el silencio de la intimidad de los vecinos cuyas ventanas asomaban al patio. Entramos despacito y titubeantes en la penumbra de la habitación.
La estancia estaba vacía y semi oscura. Había permanecido intacta desde que mis tíos con sus dos hijos la habían dejado para ir a trabajar como emigrantes a Alemania. Corrían los años 60, los primeros coches circulaban alegremente por las calles del barrio con los niños que exultaban por dar otra vuelta a la manzana, en el aire resonaban melancólicas canciones rock, y la Mari con su minifalda roja y su larga trenza rubia como el trigo, lanzaba con potencia su inseparable diábolo hasta perderlo en el infinito azul del cielo, para luego recogerlo invariablemente entre sus cuerdas.
Apenas mis ojos tuvieron el tiempo de adaptarse a la oscuridad, entreví un piano en medio de la habitación. Los titos habían dejado solamente objetos. Quedaba allí una caja de lata llena de trastos, la muñeca de cartón que sacaba la lengua, diademas y pulseras de carey, algún pintalabios rojo, y un paquete de chicles americanos.
Me senté en la banqueta del piano y comencé a acariciar tímidamente las luminosas teclas blancas y negras. Estaba emocionada, entusiasmada y curiosa ante aquella novedad. No había visto nunca antes un piano y no sabía que mis tíos tuvieran uno. ¡Era precioso! ¿Por qué nadie me lo había dicho?
La abuela permanecía de pie, con las manos apoyadas en la cintura mirándome algo severa. Su pie derecho marcaba el ritmo nerviosamente sobre el pavimento, con impaciencia por salir de allí.
 Tenemos que irnos- me dijo.
 No, por favor, abuela... permíteme estar un poquito más. Vete tú, si quieres, y déjame sola. ¡Ya soy grande!
 Está bien- contestó- Te dejaré aquí hasta que yo vuelva. Tengo que ir a la tienda de Camilo a comprar un poco de mortadela y de chocolate para la merienda. Pero con una condición: No debes tocar el piano durante mi ausencia bajo ningún concepto. ¿Me lo prometes?
Asentí con la cabeza.
Cómo muchas de las promesas que se hacen, ésta tampoco sería cumplida.
La puerta se cerró y ella salió. Una vibración de efervescente entusiasmo me recorrió de los pies a la cabeza. Era la emoción de lo desconocido, la transgresión y la liberación danzaban juntas dentro de mí. Permanecí sola, sentada delante de aquel misterioso piano. Me sentía poderosa. No sabía tocar pero poco me importaba.
Do, re, mi, fa, sol, la, si, do...si, la sol, fa, mi, re, do...
Empecé a tocar repetidamente la misma secuencia en el teclado, una y otra vez.
Repetí tantas veces las mismas notas musicales, que empezaron a fluir como flotando en mi cabeza. Una extraña somnolencia me obligó a cerrar los ojos por un momento. Al abrirlos ya no me encontraba frente al piano.
Ante mis ojos, se abría un larguísimo y estrecho pasillo conformado por puertecillas negras y blancas. Con la mirada seguí el recorrido del pasillo que se hacía siempre más y más angosto hasta convertirse en un punto lejano. Una sensación angustiosa me invadió. No me pregunté dónde me encontraba porque no tardé mucho en entenderlo. Estaba dentro del piano.
No sabía porqué me podía encontrar allí dentro, pero tampoco tenía tiempo de hacer suposiciones. Lo realmente importante en aquel momento, era encontrar una manera para salir fuera. Empecé entonces a caminar nerviosamente por el pasillo como un animal en cautividad mientras las gotas de sudor descendían por mi frente.
Sabía perfectamente que necesitaba calmarme, y tras un profundo suspiro me dirigí hacia una de las puertecitas que se encontraba frente a mi. No dudé en abrirla, pero no lo conseguí. Entonces, empecé a probar con otra y otra más sin obtener ningún resultado. Ninguna de las puertecillas se abría, y la confusión aumentaba.
Me senté exhausta con la cabeza entre mis manos; las lágrimas caían en vertical sobre el pavimento...
Cuando me levanté, algo, como una presencia que provenía de mi lado derecho me llamó la atención. Entonces lo vi. Era un duendecillo, diminuto y extravagante, llevaba un sombrero puntiagudo que se elevaba hacia arriba para luego caer doblado hacia abajo.
 ¿Quieres salir del piano?- me preguntó
 Si, por favor- respondí- estoy preocupada. No puedo ni quiero estar aquí dentro durante tanto tiempo. ¿Qué puedo hacer?
El duendecillo me alargó un manojo de llaves que colgaban de un enorme anillo de hierro.
 Toma éstas llaves me dijo. Cuando encuentres la llave que abra una de las puertecitas serás libre.- Y se marchó sin decir nada más.

Deprisa deprisa, empecé a probar las llaves... una por una pero sin obtener ningún resultado. Las llaves eran tantas y las puertecillas también, así que las combinaciones debían ser infinitas... No obstante, no me desanimé y continué probando y probando, tenía que encontrar la llave que abriera la puerta justa, tenía que salir de allí, tenía que ser libre de nuevo y volver a casa.
Perdí la noción del tiempo, Estaba tan cansada de las inútiles tentativas, que una opresión en el pecho se apoderó de mi mientras respiraba agitada, sentía que me desmayaba.

Abrí los ojos con esfuerzo, el resplandor de una luz blanca e intensa me lo impedía. Era la luz de la mañana que entraba entre los visillos de la ventana. Mirando el techo empecé a reconocer lentamente todos los detalles de mi habitación mientras oía la voz de mi madre como un lejano y reconfortante eco. Empezaba a darme cuenta que había sido solo un sueño, una gran pesadilla .
Me sentía tan frustrada por no haber encontrado la solución que quería seguir soñando. Pero no podía.
Me levanté y tambaleando avancé hacia la voz. Mi madre estaba con la abuela ajetreada mientras trataba de impedir que la blanca nube de espuma desbordase de la lavadora. La abuela me miró con aire sorprendido.
 ¿Qué haces levantada tan temprano? No es propio de ti.
Enmudecí. Me dirigí al pequeño balcón que daba al jardín. Con la punta de los dedos cogí la hoja del limonero que tantas veces había abrazado. Sentí todo su perfume mientras me perdía en el color añil de cielo.

FIN

Autora: Amiga de Fátima que es de Sevilla pero vive en Italia y ganó un premio literario en italiano (yeah!)

viernes, 7 de octubre de 2011

Aquel día de mierda Pablo salió disparado de la cama con ganas de gritar, tenía que joderse y callarse la boca para no despertarse del todo, todavía no era la hora de darse de hostias con la realidad; pero que alivio sería vociferar a los cuatro vientos: ¡Hijoooooooooooooooooooos de putaaaaaaaaaaaaaaaa!
No le gustaba tener que madrugar para ir a su sucia escuela, no le gustaba la gente que canturreaba y bailaba entorno al dios del café, cotorreando como carroñeros, contándose sus chismes mañaneros. Él enfocaba toda su ira sobre ellos, su ira por no haberse levantado para ir al campo y disfrutar del sol… su ira por pertenecer a la raza humana, que solo se preocupa de mirarse al ombligo.
Todos estos pensamientos se arremolinaban en su cabeza hasta que alguien o algo llamaban su atención.

Hoy es ella.

Paso por delante de su cara sonriendo sola y se sentó mirando hacia el suelo como si esperase algo. Él, como atraído por la llama entró siguiéndola, y sin saber cómo, estaba a su lado, moviéndose, como un ritual de normalidad.
Ella se giró y le dijo:
- Sabes quién soy, me estabas esperando.-
-¿Cómo?- Contesto Pablo confuso.
- Veo que aún no has despertado, pero tranquilo, yo tengo toda la paciencia que tú tienes.-
De pronto Pablo echo un ojo a su alrededor y entendió por la bruma e inestabilidad vibrante del entorno que estaba soñando.
-¿Entonces, quién eres?- Ya consciente de su situación.
-Soy esa figura que tantas veces has proyectado, pero realmente sabes que ninguna de ellas soy yo, tu sabes que yo en realidad si existo y entiendes que en la calle nunca llegarás a encontrarme, pero sigues intentándolo. Lo aceptas un día o dos, pero al día siguiente vuelves a cometer el mismo error y vuelves a construir mi persona.-
- Si, eres tú.-
-Tienes que ser constante Pablo. Aunque no lo creas, tu experiencia te guía y cuando crees que has vuelto a tropezar no piensas en lo fuerte que has sido para volver a intentarlo… y yo, realmente, solo soy tu esperanza. Y eso es lo bonito, ¿crees que podrías vivir sin mí? Decide.
-No, te necesito-
-Pues hazte dependiente de mí, que nadie te diga lo contrario. Siempre que creas que has caído piensa en como levantarte, y siempre que alguien se apiade de ti, ayúdalo y hazle ver su error; nadie que lo intente necesitará jamás el consuelo de ninguno, porque precisamente lo que a ti te satisface es el camino y no la meta, porque no la hay.-

Silencio.

Después se besaron en un espacio que ya no se definía como se define una habitación, o un edificio entero… o un campo de fresas. Se besaron en el interior caluroso del amor, amor proyectado al infinito, donde nunca existe el frío ni la soledad. Se apretaron fuerte y desaparecieron los dos.

Aquel día de mierda Pablo salió disparado de la cama con ganas de gritar, no recordaba nada de lo que había soñado, pero algo flotaba.
Dijo: -¡Despierta!-

Salio de casa y se fue directo al campo, donde tomaría el sol toda su vida.

Pablo el gallego,
inspirado en un interesante y cerrado pueblo cercano a Roma, donde, a veces, caen erasmus...

jueves, 3 de marzo de 2011

Sol de invierno

Flop. ¡Me ha caído una gota de agua! No puede ser, si estoy en clase... Flop. Vaya pues está lloviendo. Levanto la cabeza y veo como una lluvia imposible cae del techo de la sala. ¿Bea lo estás viendo? Mi compañera del curso está atónita ante lo que ven sus ojos y lleva un rato sin escucharme. No para de llover, es un espectáculo sereno pero constante donde las gotas de agua son intrépidos paracaidistas que se lanzan desde aviones invisibles. No es que me considere una persona especialmente racional o científica, pero ver llover en un recinto cerrado rompe todos mis esquemas. Y mientras sigo cavilando, la clase ya es una piscina. Flop, flop, flop. El agua me llega a la cintura y no tiene visos de parar. Cierro los ojos para sentir la lluvia en mi cara y al abrirlos estamos todos, incluida la sonriente profesora, con un mono de buceo de los de los documentales, con su correspondiente escafandra. Increíble, parece que el director de este cuento surrealista ha caído en todo. Mientras la profesora se sumerge en una compleja disertación, salgo por la ventana a ver el mundo. Las calles del centro, totalmente anegadas, me recuerdan a los tantas veces imaginados vestigios de la Atlántida. No reprimo mi curiosidad y busco los túneles del metro. Me siento como esos valientes espeleólogos en busca de tesoros submarinos, sólo que esto es una ciudad, y los tesoros no son más que ratas y tuberías. Ante tal decepción, se me ocurre una idea mejor: salir a la superficie. Con lo que ha estado lloviendo, debe estar a casi 100 metros del suelo. Así que subo, con la idea irrefrenable de ver los rascacielos de Madrid convertidos en faros flotantes. Sin embargo, una vez rebasado el umbral marino, lo que me llama la atención es una isla en forma de OVNI: será el Faro de Moncloa. Como en mis mejores tiempos en la playa, nado a toda velocidad para llegar a la ansiada boya. Una vez arriba, me sorprende ver a unos despreocupados supervivientes jugando al mus, parece que las viejas costumbres universitarias no se pierden, ni aunque haya diluvios universales. En estas, que me quito el disfraz de Jacques Cousteau y rebusco en los bolsillos de mi chaqueta a ver si tengo algún garbanzo con el que sumarme a la partida. Lo que encuentro son algunos apuntes que se salvaron de la lluvia y con ellos construyo un barquito de papel con el que navegar en busca de aventuras. Dejo que me lleve el viento. A lo lejos, diviso otra embarcación que viene directa a la mía. Cuando se aproxima, veo sus ojos de azabache y su piel de leche de pantera. Hasta que se estrellan nuestros barcos, entonces nos sumimos en un abrazo infinito que nos permite levitar sobre aguas turbulentas. Levitando llegamos hasta una enorme gaviota que nos ofrece sus alas como alfombra mágica. Tú como Jazmín y yo como Aladín, cantamos y recorremos el mundo desde el Tíbet hasta Palestina. No se ven pueblos oprimidos abajo, sólo un desierto azul. De nuevo volvemos a Madrid y la gaviota nos deja sobre el Faro, con un curioso regalo: una pajita. Sin pensármelo dos veces, comienzo a absorber el inmenso mar hasta que no queda ni una gota y la superficie vuelve a estar a la altura de la acera. La humanidad vuelve a su quehacer cotidiano, pero algo ha cambiado en su engranaje. Hay ciertas cosas que ahora son innecesarias. Vuelvo a la clase de Cooperación para el Desarrollo y resulta que ahora se está enseñando papiroflexia, un arte desde luego muy útil como se ha visto anteriormente. Luego salgo a la calle y veo que las comisarías, los juzgados, los bancos y los cuarteles, se han quedado sin gente a la que multar, condenar, robar o matar. ¡Qué chévere! Como diría la canción de Platero, “parece que el mundo funciona”. Así que vuelvo a mi casa, en un aluvión de felicidad, y busco en Internet ofertas de trabajo: ni una. Resulta que trabajar también será innecesario. A las 3 de la tarde quedo contigo en la Puerta del Sol para extender nuestras esterillas y tomar, cual lagartijas, el deseado sol de invierno.

martes, 1 de marzo de 2011

Los Hijos de la Libertad

(A Madre Tierra)

Cuenta una “corriente esotérica” que la historia del planeta está escrita en una biblioteca que se oculta en una ciudad intraterrena. Y cuenta mi leyenda, que en el comienzo de los tiempos se produjo el gran encuentro que daría lugar a la vida: Madre Tierra y Padre Cielo unieron sus realidades en un lejano día de hace 4600 millones de años. Madre Tierra velaría por el bienestar físico de sus criaturas, mientras que Padre Cielo las observaría desde lo alto, procurando su despertar espiritual. Ambos seres tuvieron dos retoños: hija agua e hijo aire. La niña, el ojito derecho de su papá, se propuso fluir desde la Tierra hasta el cielo, en un ciclo ininterrumpido hasta el fin de los días, con la gracia y sutileza de cualquier mujer. Por su parte, el pequeño aire, surgió del aliento vital que emanaba de las grietas y oquedades de su madre, él quería ser el viento de los hombres, el viento del pueblo. Ambos, Hijos de la Libertad y por tanto del amor verdadero, supieron desde el primer instante que su destino era volar: cuando aire volaba se formaba el viento y cuando su hermana lo hacía surgían las olas. Con el paso del tiempo ellos también se hicieron mayores y conocieron a otras mágicas presencias, con las que tuvieron descendencia. Y fue en ese baile eterno de futuras generaciones, en la mezcla de diferentes caracteres y elementos, que nacieron las primeras especies que poblarían el planeta, constituidas de algo insólito. Sería de la fusión de vientos y estrellas, de la unión de ríos y montañas, que se formaría la estructura más perfecta hasta entonces concebida: la célula. La célula no tenía conciencia de sí misma, pero sabía que trabajaba para un fin mayor, el correcto funcionamiento del organismo en el que habitaba. Y miles y trillones de fusiones posteriores, se produjo el gran milagro: la aparición del ser humano. Este, que no era sino una célula del planeta con conciencia de sí misma, se cegó en la vanidad que le suponía ser consciente de su existencia y olvidó su origen. Olvidó que era una célula de un organismo mayor y que estaba interconectado con sus hermanos. No sería hasta los albores del siglo XXI, que algunos seres humanos recordaron su lugar en el cosmos. Recordaron el sentimiento de formar parte de un todo, su común unión con la vida, el universo y la anciana esfera que los cobijaba. Recordaron de tal manera, que llegaron a un concepto más amplio de sí mismos, trascendiendo los límites de su cuerpo y expandiendo su conciencia. Ellos eran los descendientes de Madre Tierra y Padre Cielo, eran los hijos de los Hijos de la Libertad y por tanto del amor verdadero, ellos eran, en definitiva, el resultado de la fusión de los ríos y las montañas, de la lluvia y del fuego.

lunes, 7 de febrero de 2011

De cuando Dios creó el Amor

“... y los dos amigos, Eva y Adán, entrelazaron sus manos intensamente y al separarlas vieron que de sus palmas brotaba una sustancia nueva, indómita y salvaje, que los llevaba a creer en la existencia de un tercer elemento, otro ser, al que bautizaron inmediatamente con el nombre de Amor.”

viernes, 10 de diciembre de 2010

Merecimientos, castigos, honores y otros entes oníricos

Dos hombres son soñados y se sueñan entre si, el asesino sueña con la lenta espera en prisión por el vil homicidio cometido mientras que el otro sueña con los honores que le esperan por los servicios a la patria. Y los dos sueñan con el momento unico en que se sellaron ambos destinos, el veinte de enero:

El Palacio Presidencial completamente sitiado, las calles de la capital enmudecidas de miedo y espera, los altavoces golpistas se mezclan con los susurros de los familiares en las cabezas de los ciudadanos. Es el momento crucial, aun no se sabe que sectores del ejercito se han unido al golpe y todo depende de la pronta rendición del Presidente. Los segundos pasan lentos frente al Palacio, el Comandante en Jefe telegrafía al sitiado gobernante prometiendo "salvar su vida, el exilio y evitar inutiles derramamientos de sangre" si se entrega a la nueva autoridad militar. El tiempo se para, tras una hora en la que pasan días para toda la ciudad, el Presidente sale solo, cabizbajo y derrotado del palacio, es arrestado y el Comandante en Jefe, incumpliendo su palabra, ordena a un teniente ejecutar al politico depuesto. En ese preciso momento se fragua el destino de los dos hombres. Un solo ruido de disparo camufla los dos homicidios en medio de la confusión reinante, el subordinado salda una cuenta pendiente y asesina a su tedioso superior en el mismo momento que el civico teniente cambia el curso de la historia y la bala destinada al presidente atraviesa el corazón del golpista. Los dos hombres son los unicos que mantienen la calma, el resto del ejercito se vuelve a los cuarteles desconcertados, algunos hombres salen a la calle a ver que ocurre, otros a festejar el triunfo de la democracia, la mayoria permanecen aterrados en sus casas impacientes de noticias...


Una sola voz acaba con ambos sueños. Una voz grave casi trascendente, a pesar de decir rutinariamente un "Es la hora". Se levantan simultaneamente. Es el momento de saldar las cuentas. A la misma hora y en la misma sala, y no por casualidad, uno será condecorado y elevado a la categoría de mito nacional, el otro sera ejecutado fríamente por el Estado de Derecho que salvó el primero. Presidente, Juez y verdugo oyen al unísono los pasos lentos y quejumbrosos de uno, los dignos y orgullosos del otro. Los multitudinarios asistentes al acto oyen los emotivos elogios que destina el presidente al hombre que yace muerto en el suelo, por acto del verdugo y orden del juez, con una resplandeciente medalla dorada en el pecho.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El código de los amantes universales


Hace mucho tiempo en una galaxia lejana, los 2 se conocieron. Él tenía el cabello largo y la piel azul. Ella era de raza roja y se encontraron una mañana del mes octavo del calendario moderno. Al hacerlo despertaron un amor que les perseguiría durante toda la rueda de existencias. No necesitaron besarse para saber que la otra persona era “la persona”. Y vivieron, murieron y volvieron a nacer en un planeta de otra galaxia, azul canica descolocada. Ella fue él, él fue ella, pero sus auras brillaban con la misma intensidad. Él nació en España, ella en Perú y un enorme océano los separaba. No tardó el destino en unir sus piezas para hacer que se encontraran en una noche limeña. El viejo y olvidado amor salió del fondo de su memoria dispuesto a expandirse por todos los rincones de sus cuerpos. Los amantes universales desvelaron el código secreto que se escondía bajo su disfraz de humanos y se reconocieron al instante: raza azul y raza roja, ahora peruana y español. Se besaron, se abrazaron, hicieron el amor universal y en un par de semanas sintieron haber vivido juntos desde hace mucho tiempo. Hasta que la vida, la inquebrantable celestina, se encargó de separarles de nuevo para que cumplieran su misión en la Tierra. Unos años después se produciría el gran cambio... pero eso es otra historia. Sus vidas se apagaron una tarde de abril, el mismo día a la misma hora. Al poco, dos bebes venusianos nacían en el vecino planeta. Él fue ella, ella fue él y el amor siempre el mismo, fue los 2 a la vez.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La casita del enemigo

Los dueños tuvieron la amabilidad de darme total libertad para ver la casa. Estaba completamente adecuada a mi tamaño. Pasé una y mil veces por aquella semicircunferencia achatada, un agujero sin puerta disfrazado de entrada. Le daba un aire social al inmueble. “Una casita pequeña pero abierta a todo el mundo” pensé; eso me gusta”. El interior era aún más austero que a lo que simple vista parecía. Nada de pasillos, picaportes, paredes, pomos. Todo se reducía a un amplio espacio en blanco. A pesar de la ausencia de ventanas era bastante luminoso gracias a su gran entrada, constantemente abierta. Se respiraba tranquilidad allí dentro. Sencillez absoluta. Cuando salí, los dueños habían vuelto. En el umbral de la apertura me habían colocado un plato donde estaba escrito nombre. Supuse que aquel utensilio simbolizaba el comedor inexistente en la casa. No me venía mal alimentarme al aire libre, en aquel jardín cercado que rodeaba el habitáculo. El dueño se acercó y me acarició la nuca. Sonreía.

En ese entorno cálido y confiado pasé los mejores años de mi vida. La ausencia de niños me aseguraba una presencia constante de tranquilidad en el hogar. Además los dueños estaban encantados conmigo. Como no tenían hijos a los que cuidar yo era el objeto de todas sus ternuras. Es lo que tenía vivir con una joven pareja de nivel socioeconómico elevado. Una calidad de vida insuperable.

El problema empezó con la llegada de los nuevos vecinos. El marco idílico de aquella zona residencial se perturbó con la presencia de dos críos de unos siete u ocho año. Eran hermanos, y a los dos les apasionaba el fútbol. Su jardín colindaba con el nuestro y continuamente invadían mi entorno y mi bienestar con el bullicio de sus juegos y su júbilo infantil. No existía ningún roce entre ellos; nunca les oí regañar ni les vi pelear absurdamente, como hacen la mayoría de los chavales de su edad. Se llevaban realmente bien; casi contagiaban la alegría con la que envolvían cada una de sus acciones. Eran adorables, tan odiosamente encantadores que un día no pude resistir más su exquisita presencia.

Estaba tumbado en la hierba, disfrutando de la siesta a la sombra de la casa, cuando, de pronto, su balón de fútbol irrumpió en mis sueños de forma brusca y abominable. Me abalancé rápidamente sobre él y comencé a mordisquearlo, intentando pinchar aquel objeto demoníaco con el que jugaban todas las tardes. Entonces llegó el mayor de los hermanos y dio una leve patada a la pelota, con intención de que la soltara. Yo seguí a lo mío, protegiendo un poco más el balón con mi cuerpo para que no me estorbaran. Esperaba que intuyeran que habían llegado demasiado lejos y que aquel esférico no volvería ser golpeado por ninguno de sus molestos pies. Sin embargo, el hermano pequeño, imitando a su fraternal amigo, propinó una contundente y certera patada en mi cabeza que hizo que soltara, sorprendido, aquella maldita pelota. Pasé del balón a su pierna y las risas que inundaban frecuentemente aquel jardín fueron olvidadas por el llanto y unos gritos desgarradores. El odio contenido hacia aquellos demonios impidió a mi boca desengancharse de una pierna que cada vez manaba más y más sangre. Ante el ataque impotente del hermano mayor, me limité a soltarla ya al final, ya desgarrada en su totalidad, para lanzar un par de mordiscos al aparente brazo defensor del valiente allegado. Le arranqué la mano de cuajo, antes de que llegaran los dueños e intentaran apaciguar mi furia. Aquella noche dormí como un lirón. Fue la primera vez, desde que llegaron aquellos tormentosos críos, que no tuve pesadillas.



ALBERTO GUERRA

lunes, 22 de noviembre de 2010

El Cuervo

Ya no solo es que Pedro Orillas Esteban fuese incapaz de recordar nada de los ultimos días, es que ni siquiera sabía dónde se encontraba. Se despertó en el suelo con un fuerte dolor en el pecho y con la palabra cuervo repitiéndose una y otra vez en su mente. Se levantó y preguntó a un viandante dónde estaba,

- ¿No se acuerda usted de nada? No se preocupe es normal, la memoria le volverá con el tiempo.

Y siguió andando. Pedro no entendía nada y, tras abandonarse unos segundos a la confusión, decidió preguntar a una mujer, que paseaba sin prisa, por la estación de metro más cercana,

- ¿El metro? Usted anda realmente perdido ¿eh? - sonrió la señora – anda, le ayudaré a hacer memoria, ¿qué es lo último que recuerda?


Pedro se esforzó en hacer memoria y recordó levantarse de la cama, ducharse tomarse el café, prepararse para ir al trabajo,la rutina de cada día... sin embargo no recordaba haber ido al trabajo, y así se lo dijo a la señora.

- ¿Algo le debió ocurrir al salir a trabajar, no tiene ninguna imagen borrosa, una pista o algo sobre lo que le ocurrió?

- No, no logro recordar nada más, bueno, cuervo, no logro borrar de mi cabeza la palabra cuervo, es como una obsesión.


- Bueno, usted no se preocupe, llamaré a los agentes a ver si pueden hacer algo.

Cogió el movil de su bolso, habló durante unos minutos y colgó.

- Esperemos aquí un rato que me han dicho que están al llegar -Le tranquilizó la señora.


En menos de cinco minutos paró frente a ellos un coche negro y se bajaron de él dos tipos trajeados con pinta de guardaespaldas.

- Buenos días, ¿por quién nos han llamado? -preguntó uno


- Buenos días agentes, es este señor de aquí, padece una amnesia atípica, pensé que quizá pudiesen ayudarle.

¿Cómo que atípica, acaso eran comunes el resto de amnesias? pensó Pedro, pero como se sentía como si estuviesen hablando de otra persona no dijo nada.

- Bien, Sr. Orillas, ¿verdad?, ¿me puede contar qué es lo ultimo que recuerda?

La señora respondió por él con lo que le había contado y los hombres ni se inmutaron.

- ¿No recuerda usted el cuervo que se estrelló frente a su casa?


De pronto la imagen se le presentó nítida e imborrable, como si aún lo estuviese viendo, frente a su portal, el cuervo inmóvil, en el suelo, desangrándose bajo el ala y mirándole fijamente con sus negros ojos inertes, sin embargo Pedro negó para ver a donde le llevaban los "agentes".

- Bueno, pues usted salió de su casa el 17 de noviembre a las 8:27 de la mañana y un cuervo cayó muerto frente a sus pies. Por razones que desconocemos, a usted le causó una fuerte impresión. Se quedo inmóvil mirando al pájaro tres minutos y catorce segundos, después cayó en la cuenta de que llegaba tarde al trabajo y corrió a coger el autobús. Llegó obviamente tarde al trabajo y su jefe, el señor Pérez, le humilló públicamente delante del resto de empleados


- ¿Es necesario dar tal lujo de detalles? - interrumpió Pedro visiblemente avergonzado

- No podemos saber que detalles pueden actuar como detonantes de su anamnesis, así que si nos permite, proseguiremos con el proceso. -Respondió con ese deje cortante de superioridad que muestran a menudo las autoridades – El señor Pérez, como decía, le humilló delante de todos los empleados – Repitió con intención – y usted comenzó de mala gana su trabajo. A la hora de comer, había usted vendido tres coches y se dirigió al restaurante de la calle Fuencarral donde come todos los días. Usted había olvidado ya el incidente del cuervo, pero al cruzar la Gran Vía, con el semáforo en verde para usted, casi es arrollado por un Seat Ibiza negro que atravesó indebidamente el paso de cebra. Tras increpar al conductor y blasfemar hasta que sus niveles de adrenalina volviesen a sus niveles naturales, fue a comer y, pensando en lo sucedido, relacionó, suponemos que por el color, el coche con el cuervo, llegando, pese a sus esfuerzos de desecharla como mera superstición, a la conclusión de que lo del cuervo era un augurio de muerte. Comió macarrones y un filete de ternera, y pidió un café solo, que no se llego a tomar, autoconvenciéndose de que le había dejado de apetecer, aunque es más probable que fuese por su color. Volvió al trabajo a las 14:57, mirando varias veces a los lados de la calle antes de cruzar y cambiándose de acera una vez para evitar cruzarse con un gato negro en la Carrera de San Jerónimo. Durante la tarde, se encontraba nervioso y no vendió ningún coche. Decidió volver a casa andando pensando que así se tranquilizaría y olvidaría las “paranoicas” preocupaciones que le acechaban. Además quería aprovechar para hacer compra (…)

A medida que hablaba el agente, Pedro iba recordando, pensó en la asfixiante angustia que le embargaba el alma, el terror que le paralizaba con cada movimiento brusco, y también, pensaba ahora fríamente lo ridículo del motivo.


- Mientras volvía usted a su casa, decidió parar en el cajero que se encuentra a la altura de Preciados, y teniendo ya la tarjeta fuera de la cartera cambió de opinión al ver acercarse por esa acera a un senegalés negro como el tizón. Usted se dijo que sería mejor pagar con tarjeta para conseguir puntos en el sorteo que hacía en ese momento su banco, pero como usted comprenderá, no era más que otra más que un intento de racionalización de su conducta (…)


El agente siguió hablando con su irritante tono de funcionario omnisciente de como, donde y cuando hizo la compra, como volvió a su casa dando un rodeo para evitar las calles Cóndor y Águila real y como se lo justificó. Pedro les interrumpió para preguntarles indignados como sabían todo aquello, a lo que el agente que hablaba menos le respondió con un escueto “ya llegaremos a eso”. Después el otro prosiguió hablando de lo que cenó, de sus intentos por ridiculizar sus temores y Pedro iba rememorando con más y más detalle el miedo que le atenazaba.

- En ningún momento apagó usted la luz de su casa y se mantuvo despierto y atacado de los nervios con cada pequeño ruido que escuchase toda la noche (…)


Prosiguió el agente contando como se desarrollo los dos días siguientes, como acudía completamente insomne a trabajar, cerraba con pestillo la puerta de su casa al entrar y al salir...

- (…) y a la tercera noche sin dormir, cuando usted abrió la ventana para ventilar su casa de la densa humareda de tabaco, se metió en su casa un murciélago


- Ya recuerdo, creo – Dijo Pedro, que se sentía intimidado por los agentes y lo único que quería era ir a su casa, tomarse un iburprofeno para el persistente dolor de pecho que sentía y ver un rato la tele- entonces debí de salír de la casa asustado corriendo sin rumbo y caer dormido aquí a causa del cansancio ¿no? Bien, no se preocupen ustedes que probablemente todo se debiese a la falta de sueño, ya estoy curado de esos ataques paranoides y solo quiero volver a mi vida normal.

- Eso no va a ser posible – dijo, tras un largo e incomodo silencio el agente que hablaba menos, y se miraron los dos, sin saber cómo decirle que había muerto aquella noche por un infarto de miocardio...

lunes, 15 de noviembre de 2010

Sobre lo que queda cuando se acaba la literatura

Ella es joven.
Quiere que sus piernas aprendan a leer
entre las líneas de unas manos.
Que esas manos manejen largas frases de palabras curvas,
y sus dedos conozcan los puntos en los que merece la pena detenerse,
y tomar aire.

Es joven.
Quiere recitar en alto una retahíla de gemidos
con su lengua de serpiente,
escritos en carne por sus propias uñas.

Ella es joven.

Yo, que soy ya anciana, que me almacenan,
como a un libro olvidado que apenas recuerda entonces,
cuando era acariciado lentamente por ojos y manos.
Ya sólo me leen la larga cuenta de mi vida
y sólo recito, rumiando, la pesada inexpresividad
del paso idéntico de mis días...

Se me ha acabado la literatura.

Yo, que ya soy anciana...
sólo quiero morir abrazada.

domingo, 7 de noviembre de 2010

La trampa

Cualquier noche la luna nos despertará violentamente para arrancarnos la piel, y decorar con ella su cara oculta. Sus colmillos nos desnudarán, mientras nosotros -pobres humanitos ingenuos- dormimos plácidamente recogidos en sábanas que no sentimos. Nos entregamos al sueño, sin saber que asi mordemos la trampa que ella nos tiende.

Ella, carnívora desorbitada, planea en el cielo con su alma de águila acechando nuestros movimientos nocturnos. Nos vigila con sus cien ojos de cuenca vacía, dilatados por el puro placer que le otorgamos nosotros, presas en sueño.

Cualquier noche nos despertará violentamente para arrancarnos la piel, y decorar con ella su cara oculta.

Ojalá las nubes cieguen esta noche a esa loca.

Ojalá pudiésemos no dormir ya nunca más.

viernes, 29 de octubre de 2010

Oriente y Occidente

En la noche de los tiempos, papá universo creó un pequeño planeta llamado Agua. Este sería el elemento principal de sus criaturas y de su corteza. Al abrigo de los días las criaturas se hicieron seres humanos y al poco se empezaron a dividir. Cuentan que la primera frontera del mundo es la que separó oriente de occidente, más no era una frontera física sino mental. No era la Muralla China la que separaba ambos mundos, sino la manera de pensar. Occidente se unió a lo material mientras que oriente se ubicó en lo espiritual. Dos mundos en uno, como dos hijos de una misma madre Agua. Si en occidente la novedad era el Imperio Romano, en oriente despertaba un tal Buda; si en occidente se imponía la ley del mercado, en oriente el rico era el que menos poseía. Y han pasado Confucios, Marx, Gandhis y Goethes, que los dos mundos continúan separados. Separados pero juntos, como el Ying y el Yang o los dos polos de un imán.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Veintiuno


Me ha nacido un siglo, le he puesto Veintiuno. No sé si la madre era esperanza o miseria, espero que fuera la primera. Tan sólo tiene diez añitos, pero yo le veo todo un chavalote. Juega con los otros siglos. A veces le tengo que alejar de Veinte, porque siempre quiere jugar a la guerra. Luego está Uno que es el más inocente de la pandilla. Su compañero decimonónico es todo un personaje, parece una persona mayor hablando de romanticismos y constituciones. El otro día me confesó Veintiuno que le gusta Dieciocho, ya ves, chiquilladas, pero qué mono él con su primer amor. Dice que es una niña muy ilustrada, la revolucionaria de la clase. Yo creo que eso se lo ha contado ella, porque Veintiuno no sabe ni lo que significa...

Hay que tener cuidado, porque muchas personas le regalan caramelos a la salida del cole. Me ha contado que le han llegado a ofrecer caramelos sabor a progreso, consumismo, revolución tecnológica, hegemonía China, seguridad, patriotismo o globalización. Yo siempre le digo que los rechace, pues no son más que drogas. En casa tenemos a mano muchos caramelos saludables, mi preferido es el de amor (Como si el amor no fuera una droga, de hecho como dice Fito, es la droga más dura, lo que pasa es que es una droga que te llena de vida, no te la quita. Un día se lo explicaré a Veintiuno cuando sea más mayor). También tenemos de otros sabores como revolución, espiritualidad, cooperación, libertad o decrecimiento.

En fin, que nos tiene muy distraídos. Yo tengo fe en él y en que algún día será un siglo ejemplar, espero ser un buen padre.

martes, 17 de agosto de 2010

Tauromaquia I

La verdad es que yo estaba completamente tranquilo, incluso contento, dadas las circunstancias. Me daba algo de miedo la reacción que pudiese tener Laura, pero la decisión, tras sopesarla una y otra vez, había sido tomada y en ese momento no había nada que pudiese hacerme cambiar de opinión. Era lo lógico e incluso lo sano.

Cuando en un coche empiezan a fallar a menudo las luces, y cuando no son las luces es el motor de arranque o las pastillas de freno o pierde aceite... en definitiva cuando un coche pasa más tiempo en reparación que dando uso y uno se ve obligado a recurrir a coches de alquiler para llevar con normalidad su vida, lo normal es que acabe abandonando su coche y comprándose otro. Pues eso era exactamente lo que había pasado con Laura, todos los días eran nuevos problemas o, mejor dicho, los problemas de siempre ocultos bajo circunstancias cambiantes. El caso es que, cansado de luchar contra el mundo, contra Laura y contra mi mismo, acabe desahogándome, por decirlo finamente, en el hombro de la amiga que me lo ofrecía. Pese a lo claro de la situación, tardé mucho tiempo en darme cuenta de que mi relación con Laura tenía fecha de caducidad, incluso me atrevería a decir que esa fecha ya había pasado hace tiempo. Creo que me di cuenta más o menos cuando conocí a Lorena.

Bueno todo esto no viene a cuento, el caso es que estaba firmemente dispuesto a romper con Laura y empezar una nueva etapa con Lorena. Camino al restaurante donde habíamos quedado porque "teníamos que hablar" no hacía más que repetirme que "si había comenzado a tener aventuras con otras mujeres no era culpa de nadie, simplemente la relación ya no funcionaba e inconscientemente lo sabía y buscaba una vía de escape", "que lo mejor era que ambos entendiésemos que habíamos llegado a un punto de no retorno y que teníamos que retomar nuestras vidas por separado en lugar de seguir haciéndonos daño el uno al otro" y otros pensamientos que reforzaban, quiero creer que por su lógica más que por su insistencia, mi inquebrantable decisión.

Como ya le he dicho mi estado de animo, a pesar del mal trago que me esperaba de inmediato, era bastante bueno, esperanzado como estaba ante la nueva vida que se abría a mis pies. Y así estaba cuando llegue al restaurante, tome asiento y me dispuse a esperarla. Ni siquiera la falta de respeto y consideración que mostraba esa mujer hacia mi haciéndome esperar siempre en torno a media hora cuando se daba prisa me irritó demasiado en esa ocasión. Sin embargo cuando bajo de aquel Toyota, que como sabe no era su coche, y vino con esa cara de cordero degollado que utiliza cuando no sabe como afrontar un problema, ya me olí que la comida no iba a ser como esperaba.

Tras saludarnos, sin siquiera tocarnos y pedir al camarero la comida, esperamos ansiosamente a que nos la trajesen sin atrevernos ninguno de los dos a mirarnos a los ojos. Por fin llego el camarero rompiendo la tensión reinante y trajo mi bistec y su estúpida ensalada para "no engordar" que siempre acababa anulando con media barra de pan por que se quedaba con hambre. Respire profundamente y busque el valor para empezar a hablar, sin embargo ella, esa arpía, esa zorra, si me lo permite, deseosa de ser siempre la primera en todo, me dejo con la palabra en la boca y dijo simplemente fingiendo ser una victima como diciendo lo siento yo más que tú: "hay otro".

Después no se que dijo, sentí como esas palabras resonaban con eco en mis oídos, como me taladraba sin piedad el aire las sienes y se me agolpaba la sangre en el cuello, como se me superponían violentamente los pensamientos en la cabeza uno más alto que el anterior, como se me tensaban todos los músculos de mi cuerpo y.... y... y...

...Y, bueno, señor juez, el resto ya sabe como sucedió...

domingo, 13 de junio de 2010

Pareja ideal

Somos pareja, y hemos creado un ombligo común para deleitarnos mirándolo. Cuando estamos juntos, se nos vuela el tiempo dedicándole todo tipo de cuidados: lo lavamos con mimo, le damos cremita, debatimos acerca de su curvatura, lo acariciamos con el meñique y, en algunas festivas ocasiones, le cantamos odas a dos voces.
Estamos convencidos de que es uno de los mejores ombligos del mundo, y que quizá hasta podría cotizar en Bolsa. -Qué risa, cariño-

Cuando -ay- nos separamos, el ombligo ocupa todo nuestro pensamiento. Siempre estamos ideando nuevas y originales maneras de mostrarle nuestro aprecio y admiración, y permitimos que la imaginación de nuestras mentes se explaye en torno a su figura.

-Alguna vez he soñado que podríamos vivir dentro, chiquitos, hasta la muerte-
-A mi a veces incluso me parece que nos habla-

Un día, a nuestro ombligo le salió un diente. Era un incisivo. Nos quedamos horas y horas embelesados ante la proeza de la dentición umbilical. Hasta nos parecía escuchar cómo crecía el pequeño diente de entre sus carnales encías.
Al poco, le asomó otro incisivo. Y otro. Otro más. Después llegaron los caninos, los premolares y, finalmente, los molares.
Antes de atisbar cualquier indicio de salida de muelas del juicio, y aprovechándo que andábamos distraídos preparando el flúor para el enjuague diario de nuestro ombliguito, éste nos engulló, y masticándonos hasta la saciedad, no dejó vivo nada de nosotros.

miércoles, 9 de junio de 2010

Ángela la hija del mago

(Adaptación del cuento: Simeón, el hijo del mago)


El padre de Ángela era un mago muy famoso, y andaba con tantos encantamientos que apenas tenía tiempo para su hija, además, le decía: pero a ti... ¿para qué te iba a interesar la magia? ¿no querrás ser una bruja?.Pero ella a escondidas bajaba al despacho de su padre y leía el Gran libro de hechizos, y los apuntaba en su cuaderno, y lo ocultaba en el armario de su cuarto.Un día, cuando terminó todas las hojas de su cuaderno se escapó de la torre donde vivía el mago, buscando un lugar tranquilo donde aprender los trucos de magia pero no para ser bruja, sino para ser una maga de verdad, casi tan famosa como su padre, se dirigió al bosque, lo llamaban el bosque prohibido.Y ahí entre los árboles decidió hacer su primer encantamiento, que consistía en convertir setas en murciélagos, y recitó estas palabras: "un punto del derecho, un punto del revés, cojo uno, y me quedo con tres."Y... apareció algo negro, pero mucho, muchísimo más grande era un gato negro, ella emocionada dijo: vaya, para ser mi primer encantamiento no está mal, pero de pronto, escuchó una voz que le decía: ¡No te muevas, estás arrestada! por estar en los territorios del rey, Anda pero si es una bruja... le daremos el libro de encantamientos al mago, y a ella la meteremos en la mazmorra.Entonces la llevaron presa, y tuvo que andar muchos, muchos km, llegaron al palacio, le quitaron el libro y la bajaron al calabozo. Allí encontró a otro prisionero con una barba muy larga, que no se había cortado en años, éste preguntó a Ángela por su historia y ella se la contó. El prisionero emocionado dijo: bueno, si eres bruj... digo Maga, ayúdame y nos liberamos los dos. ella contestó: Si sólo soy principiante y además se han llevado mi libro de encantamientos.Mientras, en los aposentos del rey le entregaron el cuaderno de la niña, y el rey, muy ambicioso mandó que la niña y el otro prisionero fuesen junto al rey. Obedientes, bajaron a la mazmorra y les acompañaron a donde el rey estaba y le dijo a la pequeña maga: a ver, niña, haz que este prisionero se vuelva tan alto tan alto que llegue a tocar el techo. Y a la niña se le ocurrió una idea, y leyó: "Lavanda y limón, tul y terciopelo, bálsamo y belleza, que este conjuro ¡te proteja!" y CHÁS, el prisionero no se volvió más alto, el plan de Ángela había funcionado, el rey encogió tanto de tamaño que era tan pequeño como un ratón y mientras los soldados miraban asombrados al pequeño rey teniendo cuidado de no pisarle, Ángela cogió en una mano el libro, y en otra el brazo de su nuevo amigo el prisionero y ambos echaron a correr para encontrar la salida. pero había tantos pasillos, tantas escaleras que sin darse cuenta se subieron a la torre del castillo, donde Ángela formuló un hechizo para huir en alfombra mágica, y apareció una alfombra roja y los dos se fueron volando en dirección al bosque, fue ahí cuando la alfombra empezó a perder altura, pesaban demasiado. La alfombra se chocó contra un árbol y los dos cayeron al suelo. Estaban perdidos pero de pronto se encontraron a un gato negro y Ángela dijo: este gato yo lo conozco, antes era una seta y le convertí sin querer en gato... se dirigió al animal y le dijo: ¿nos podrías enseñar el camino a casa? el gato muy serio empezó a andar y ellos le empezaron a seguir, hasta que llegó a un cruce, Ángela lo conocía bien ya, tenía que ir a la izquierda, y su compañero a la derecha, se despidieron con un abrazo amistoso. Fue a agradecerle la ayuda al gato negro pero éste había desaparecido.No le quedaba mucho tiempo para llegar a casa, iba pensando en las aventuras que le habían pasado en todo un día, cuando llegó a la puerta la abrió y lo primero que vio fue a su padre consutando una bola de cristal, ¡la había estado observando desde que se fue!Ángela se disponía a pedirle perdón a su padre, pero antes de que abriera la boca le dijo: Hija, te felicito por lo que has hecho, has sido muy valiente con ese malvado rey, la verdad es que no te he valorado bien, ahora estoy seguro que si te lo propones podrías ser la primera maga y por lo tanto la más famosa de nuestro mundo.

TORTU

martes, 8 de junio de 2010

Cuento para no dormir, sino para soñar

Levanto una piedra y aparecen 1000 mujeres guapas.

Levanto otra piedra y aparecen 800 mujeres guapas e inteligentes.

Vuelvo a levantar otra piedra y aparecen 600 mujeres guapas, inteligentes y bondadosas.

Levanto la última piedra y aparece una sola mujer guapa, inteligente, bondadosa y que me corresponde. De la impresión, sin querer suelto la piedra. Gracias a Dios no la aplasta. Entonces veo como una luna decreciente ilumina su bello rostro. Tanto por fuera como por dentro de su piel, veo los rayos de luna besarla y atravesarla suavemente, hasta que llega un momento en que dejo de apreciar las delimitaciones de su cuerpo y sólo veo un chorro de luz que no sé dónde empieza ni dónde acaba. Pero sé que está al lado mío y es real. Me pellizco. Sigue siendo real, más real que la vida misma. La vida es sueño aquí y ahora.