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martes, 17 de agosto de 2010

Tauromaquia I

La verdad es que yo estaba completamente tranquilo, incluso contento, dadas las circunstancias. Me daba algo de miedo la reacción que pudiese tener Laura, pero la decisión, tras sopesarla una y otra vez, había sido tomada y en ese momento no había nada que pudiese hacerme cambiar de opinión. Era lo lógico e incluso lo sano.

Cuando en un coche empiezan a fallar a menudo las luces, y cuando no son las luces es el motor de arranque o las pastillas de freno o pierde aceite... en definitiva cuando un coche pasa más tiempo en reparación que dando uso y uno se ve obligado a recurrir a coches de alquiler para llevar con normalidad su vida, lo normal es que acabe abandonando su coche y comprándose otro. Pues eso era exactamente lo que había pasado con Laura, todos los días eran nuevos problemas o, mejor dicho, los problemas de siempre ocultos bajo circunstancias cambiantes. El caso es que, cansado de luchar contra el mundo, contra Laura y contra mi mismo, acabe desahogándome, por decirlo finamente, en el hombro de la amiga que me lo ofrecía. Pese a lo claro de la situación, tardé mucho tiempo en darme cuenta de que mi relación con Laura tenía fecha de caducidad, incluso me atrevería a decir que esa fecha ya había pasado hace tiempo. Creo que me di cuenta más o menos cuando conocí a Lorena.

Bueno todo esto no viene a cuento, el caso es que estaba firmemente dispuesto a romper con Laura y empezar una nueva etapa con Lorena. Camino al restaurante donde habíamos quedado porque "teníamos que hablar" no hacía más que repetirme que "si había comenzado a tener aventuras con otras mujeres no era culpa de nadie, simplemente la relación ya no funcionaba e inconscientemente lo sabía y buscaba una vía de escape", "que lo mejor era que ambos entendiésemos que habíamos llegado a un punto de no retorno y que teníamos que retomar nuestras vidas por separado en lugar de seguir haciéndonos daño el uno al otro" y otros pensamientos que reforzaban, quiero creer que por su lógica más que por su insistencia, mi inquebrantable decisión.

Como ya le he dicho mi estado de animo, a pesar del mal trago que me esperaba de inmediato, era bastante bueno, esperanzado como estaba ante la nueva vida que se abría a mis pies. Y así estaba cuando llegue al restaurante, tome asiento y me dispuse a esperarla. Ni siquiera la falta de respeto y consideración que mostraba esa mujer hacia mi haciéndome esperar siempre en torno a media hora cuando se daba prisa me irritó demasiado en esa ocasión. Sin embargo cuando bajo de aquel Toyota, que como sabe no era su coche, y vino con esa cara de cordero degollado que utiliza cuando no sabe como afrontar un problema, ya me olí que la comida no iba a ser como esperaba.

Tras saludarnos, sin siquiera tocarnos y pedir al camarero la comida, esperamos ansiosamente a que nos la trajesen sin atrevernos ninguno de los dos a mirarnos a los ojos. Por fin llego el camarero rompiendo la tensión reinante y trajo mi bistec y su estúpida ensalada para "no engordar" que siempre acababa anulando con media barra de pan por que se quedaba con hambre. Respire profundamente y busque el valor para empezar a hablar, sin embargo ella, esa arpía, esa zorra, si me lo permite, deseosa de ser siempre la primera en todo, me dejo con la palabra en la boca y dijo simplemente fingiendo ser una victima como diciendo lo siento yo más que tú: "hay otro".

Después no se que dijo, sentí como esas palabras resonaban con eco en mis oídos, como me taladraba sin piedad el aire las sienes y se me agolpaba la sangre en el cuello, como se me superponían violentamente los pensamientos en la cabeza uno más alto que el anterior, como se me tensaban todos los músculos de mi cuerpo y.... y... y...

...Y, bueno, señor juez, el resto ya sabe como sucedió...

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