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jueves, 12 de marzo de 2009

Sin un euro

Era Lunes. Freddy se levantó y dio un beso cargado de emoción a la tripa encinta nuevemesina de su mujer. Vestido y desayunado se dispuso a salir por la puerta. Empezaba la semana laboral y era en esta cuando iban a terminar la obra de la plaza Zahonero. No podía llegar tarde, le estaba esperando su jefe con autoridades del ayuntamiento para darle las últimas pautas de puesta del pavimento. Se introdujo en el metro. Echó mano a la cartera y no la encontró. No estaba porque se le había dejado en el abrigo que usaba los domingos. No podía volver a casa, llegaría pasada la hora y su jefe ya no estaría. Pensó en una posible expulsión de su empleo y posteriormente en su hijo, que iba a venir al mundo dentro de muy poco. Corrió desesperadamente saltándose los tornos. Los de seguridad le vieron y corrieron detrás. Cerrándose las puertas del vagón consiguió entrar. Los de seguridad ya no le alcanzaron y rápidamente avisaron por walkie que había un posible delincuente en la línea 6.

Pasó unas estaciones aliviado y pensando que llegaría a tiempo a la cita que tanta importancia tenía para la empresa de la que él formaba parte. Nos jugamos mucho chaval – repetía incesantemente el hijo del dueño, su jefe -, tenemos que dar imagen de empresa seria para seguir creciendo. Cuando se dispuso a salir del tren, vio como le esperaban seis hombres con chalecos reflectantes. Agarrado, le dijeron que tenía que testificar lo que había ocurrido y que posteriormente llamarían a la policía. Estaba inundado de impaciencia. No tenía tiempo. Se soltó violentamente, dando puñetazos y pudo salir corriendo. La mala suerte hizo que tropezara justo al salir de la boca del metro. Los de seguridad le propinaron una paliza, dejándole ahí tirado. No podían llamar a la policía porque serían imputados, ya que no disponen la legalidad de utilizar la fuerza para resolver un conflicto.

Demacrado, se puso en pie y vio la hora. Faltaba cinco minutos para las diez, hora a la que le había citado. Llegó y su jefe, al verle, adoptó una mirada inquisitiva.

- Qué ha pasado – dijo -, no sabes que aquí en España hay que venir decente al trabajo.

- Ya patrón - respondió -, pero mía no fue la culpa...

- ¡A mí eso no me importa! – encolerizado-.Estás despedido. No vuelvas por aquí.

No lo podía creer, había perdido el trabajo por un motivo que tenía una explicación. Buscó su móvil para llamar a su mujer, pero no funcionaba, los de seguridad lo había roto de una patada. Ir a un hospital se le presentó como la primera opción. De camino le pararon una pareja de municipales que le pidió la documentación. No la tenía encima, estaba en la cartera. Se fue detenido ya que no podía justificar nada debido a su deterioro físico.

En la comisaría le dijeron que habían llamado a su mujer y que no habían encontrado respuesta.

- Ella está embarazada – dijo Freddy -, puede que esté de parto.

- Lo siento caballero, pero no puedo hacer nada. Hasta que no traigan su documentación usted no saldrá de aquí. Ahora me tiene que explicar el por qué de esos golpes en la cara.

- Agente, se lo pido por favor, déjeme irme que hay mucha probabilidad que esté de parto.

- Eso no es mi problema – concluyó el policía -.

Las palabras que escuchó le dejaron bloqueado. No podía contactar con nadie más que no fuera su mujer. Puso sus manos en la frente y se le humedecieron los ojos pensando en que su hijo podía haber nacido sin estar él al lado de su esposa. Gritó en alto:

- Mierda de mundo que por no tener un euro y un papel sellado tenga que pagarlo así.

FIN

1 comentario:

  1. Put, eres un crack, tío. Sigue cultivando la literatura (es especial la erótica) y continua regalándonos estos momentos de carcajadas y felicidad :P

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