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lunes, 9 de marzo de 2009

Cuento y dos moralejas

Tulipanes escuálidos son las únicas criaturas que se atreven a gritar a un cielo, maraña de nervios azules, que se deje caer en lágrimas.
Tienen sed. Necesitan de su sacrificio.
El cielo, intentando librarse de una vez por todas de esos holgazanes pedigüeños, responde en odio con disparos, rayos ardiendo sobre tulipanes secos que se ven morir entre llamas.
Ni una gota húmeda de piedad.
Y el humo del crimen tiñe de viejo al azul celeste, que poco a poco deja de existir.
Porque ya nadie pronuncia su nombre a gritos, clamando llanto y amor.

Dañar envejece; y cuando ninguna voz ya nos nombra, comenzamos a morir.

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