Mientras el perro muerda al viento que siga el miedo, que corra sangre...

Vestido elegante, el precioso viento
vino seguro, contento, radiante…
dispuesto a fluir, a ser feliz
por el aire, a disfrutar del cielo
sin miedo a nadie…

Quiere reír…
quiere jugar…
quiere soñar…
con una vida nueva lejos de alguien;
alguien que, con demasiada envidia,
no quiere a nadie.

Sopla despacio el viento, por la esquina
de aquella calle después recordada,
en tantos sitios
sin alma, en tan pocos corazones…
que a pesar de ser portada en prensa,
ya no hay razones
para no ser una más de esa lista
tan invisible,
escrita a sangre por maltratadores.

Sin previo aviso,
sin pasar nada,
llega un perro
que ladra al viento con agonía.
El viento calla,
le tiene miedo.
Se oyen sirenas de policía.
Muere el silencio.
El canto de sirena atemoriza
al perro, que huye;
la vida marchita y le arrebata
al viento el único trozo de día
que le quedaba, su último aliento.

Luce un cuerpo,
cuerpo sin vida,
muere un día,
día de infierno.

Los medios hablan,
(dicen que son de comunicación),
callan extremos
y extremistas,
aunque rumorean por el rincón
(el rincón del poder y la ignorancia).

Los que parecen los jefes (¿lo son?)
nos regalan palabras muy bonitas
pero huecas,
es fácil obviar y dejar la lágrima
caer, allí,
donde las cámaras.

La libertad, hoy por hoy, es esclava
de nuestros miedos;
un perro mata,
se lleva al viento
muy lejos de aquí, tan solo por rabia,
por el rencor
de no poseerlo.

Observa, todo
es pueblo, rabia, perro, viento, reo…
así es la vida
que nos tocó vivir (y no queremos),
donde preside regia la violencia,
donde el miedo actúa y contempla el pueblo;
así es la vida
si no actuamos,
si solo vemos…