La azul canica
siente que algo le falta
reclama sollozando
un noséqué.
Se agita en el hormiguero
un llanto desconsolado
pero la alegría defiende
un noséqué.
Los ojos cansados
se alimentan de versos
de utopía de sueños
de su revolución
de amor.
Y en mi garganta se enquista
una pena un aguacero
todavía no ha digerido
un noséqué
o un síquesé,
hasta siempre maestro.
jueves, 21 de mayo de 2009
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