La verdad es que esta noche lloverá,
enredando en mi espinazo de farola
los cabellos moribundos de una estrella
derrotada por los faros de los coches.
Que ya juega con mis labios al azar,
volándome en mis vientos de tristeza,
cegando los ojales que perforo
en este cuerpo sin chaqueta.
Tal vez sea un sueño vano renacer
en el fétido calor de sus entrañas,
filtrando las caladas de la urbe
que se moja como el patio de mi casa.
Pero a mí con que llueva me basta:
lo que engañe en cada gota
a la metralla, es bienvenido.
También la ropa mojada, el fango
y el callar de los insectos,
la emersión de los charcos insurrectos,
las carreras resbalosas
en las grandes avenidas,
luna y un soplo de viento.
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