Pude haber muerto
en tus brazos abiertos,
cuando todavía el mundo era mundo
y el deseo fecundo,
“abandonarse en la cima
cuando dicen “sí” los labios,
a veces debajo, y a veces encima,
es siempre un acierto”, dicen los sabios;
sin embargo, sobreviví,
escapé por el barranco de los mutuos agravios,
toque fondo y seguí cayendo
en tus brazos cerrados,
donde el mundo es inmundo,
y el deseo, el deseo choca con noes rotundos,
sin nadie encima y siempre debajo,
rotando de vez en cuando,
de fracaso en fracaso.
NACHO HIDALGO
martes, 19 de mayo de 2009
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