Pongamos que ando por Madrid

Ahora que el agua no circula
turbulenta y turbia por mi cuerpo
sino que va mansa y transparente
es cuando abro los ojos a la magia
o simplemente abro los ojos a la realidad.

La capital castiza se presenta presumida
con antiguas calles de historia
que rememoran vidas pasadas.

Y de repente me hago turista en mi propia ciudad
revalorizo este olvidado tesoro
no necesito cámaras
cada mirada deja grabada para siempre
la belleza en mi subconsciente.

En estas que descubro nuevas plazas repletas de joyas
que no son sino sus fuentes arboledas y palomas
a lo lejos la cúpula de una iglesia
ameniza los tejados
les recuerda que Madrid es un perro viejo
que mucho camino ha andado.

Desando este paseo por la Calle del Barquillo
en el corazón de la ciudad
me vuelvo a sentir un niño.