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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Sólo era un banco

Sólo era un banco, un viejo y desvencijado banco al final de un parque, tan inútil, tan indefenso que lo conmovió. Sintió lástima del árbol derrumbado para crear el banco, sintió rabia por las máquinas que lo fabricaron, sintió consideración con el dueño que había invertido en comprar las máquinas y ponerlas en funcionamiento y con el comprador que con tanta determinación había pagado el banco y lo había colocado en aquel lugar del parque, justo al final, para que los caminantes pudiesen arañar sus últimos minutos entre los árboles.

Sintió desprecio por aquellos caminantes que abandonaron el banco, que cada día abandonaban el banco, pues estimaba que eran ellos los culpables de su triste final. Ellos habían traído las conversaciones, las risas, las caricias, los besos, habían llenado el banco de vida, pero al marcharse dejaban desechos, magulladuras y hasta la carcoma que lo devoraba por dentro.

Sí, indudablemente sólo era un banco y fue precisamente eso lo que suscitó la sorpresa de su admirador ¡Cuánto tienen que soportar los pobrecitos! Pensó. El granizo de la madrugada, el ardiente sol de la tarde, el frío del invierno, las lluvias primaverales, las pedradas de los mocosos, los desechos de las palomas y la indiferencia, la cruel indiferencia de los humanos. “Sin duda tu trabajo es uno de los más duros” le susurró dulcemente.

Se sentó un momento sobre él y la madera crujió bajó su cuerpo, “ups, lo siento. Olvidé que te habías jubilado.” Y se levantó al tiempo. “Pareces afligido” le dijo pasado un rato, “no deberías estarlo, eso es fatal para la salud, atraerás a la carcoma si te ve debilucho” y sonrió para animarlo. Pero el banco no contestó, siguió sumido en su mismo mutismo inicial. “Dime algo ¿estás bien?”… y apoyó su mano en el respaldo en un gesto de consolación. Pero el consuelo resultó ser más dañino que reconfortante y el respaldo se rompió en pedazos. ¡Dios mío! Exclamó. ¡Te he matado! Y se apartó asustado ante el horror de su acción. ¡Lo siento, te juro que no era mi intención! Suplicó mirando al cielo, por si acaso. Guardó un minuto de silencio.

Decidió hacerle un regalo póstumo a su amigo, ¿y que mejor que un funeral? Construyó un altar con flores alrededor del banco, le contó que habían venido muchos invitados -una pequeña mentirijilla. Para que no se sintiera solo-. Y al terminar la ceremonia se marchó a casa.

Días después, superado el dolor de la pérdida volvió al parque a visitar la tumba de su amigo, pero en su lugar encontró un deslumbrante y novedoso columpio para niños. “¿Y el banco que había aquí?” Interpeló a un caminante. “¿Se refiere al banco sucio y destartalado? Hace una semana que se lo llevaron”. “¿Pero por qué?, ¿A dónde se lo llevaron?”, “¡Y yo que sé!” Le contestó su interlocutor en un tono de fastidio “sólo era un banco”.


Carla

3 comentarios:

  1. esta muy bien Carla! parece un cuento de verdad de los q los escritores publican...

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  2. Jaja, gracias. Na, es que esta super revisado porque lo presente a concurso. Te vi en el recital de Jataay. Eras el de la guitarra ¿no? tu parecías de los cantautores de verdad que viven de ello XP.

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  3. jajaja gracias! pues no se quien eres la verdad. a ver si te veo en el proximo recital.

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