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jueves, 2 de julio de 2009

El niño

El adulto ve una flor y dice:

“Su nombre en la rosa. Suelen medir determinados centímetros. Es de la familia de las Rosáceas. Procede del área templada del hemisferio norte. Su tallo es espinoso. Sus pétalos son suaves. Su flor es conspicua y las hay de muchos colores. Con ella se suelen hacen ramos de flores, tiene diversos usos en perfumería y cosmética, y desde muy antiguo se ha usado para….”

El niño ve una flor y dice:

¡Mira mamá! ¡Es una flor!

El adulto conoce los nombres. Al niño poco le importan.

El adulto estudia y clasifica la naturaleza exhaustivamente. El niño la vive.

El adulto no suele tener curiosidad y si la tiene suele ser meramente intelectual. La curiosidad del niño es vibrante, es el motor de la vida, algo decisivo y vital.

Para el adulto el cielo está ahí, estuvo ahí y volverá a estar ahí. Para el niño el cielo es algo absolutamente maravilloso.

El adulto se queja de la lluvia. El niño salta en los charcos.

Para el adulto los días se repiten. Para el niño no hay día que no sea nuevo.

Para el adulto la vida a veces es aburrida y sin sentido. Para el niño es una continua celebración.

El adulto transcurre por un camino trazado. El niño se rige por la intuición y su vida es espontánea e impredecible.

El adulto no sale nunca del pasado y el futuro. El niño vive el presente y por ello en la eternidad.

El adulto corre deprisa en su coche y sólo piensa en el destino. El niño mira el paisaje por la ventanilla y disfruta del trayecto.

El adulto es escrupulosamente recto y piensa obsesivamente en el pecado y por ello peca constantemente. El niño es inocente por naturaleza y peca bastante poco.

El adulto ambiciona conseguir y les llama sus logros. El niño juega en la tierra y sabe que pese a todo se marchará con las manos vacías.

El adulto se esfuerza por amar. El niño actúa como realmente es, de manera auténtica, sin máscaras ni artificios, y por eso ama.

El adulto se pregunta por el amor. El niño está completamente embriago por él y lo abraza sin preguntar, como a su madre.

El adulto pocas veces muestra sus sentimientos. El niño lo hace constantemente y cada vez que te dice quiero te estremece hasta las entrañas

El adulto no suele atreverse a vivir. El niño no tiene miedo y su vida es una gran antorcha que arde por los dos lados.

(El adulto ha logrado y aprendido mucho y sin embargo a veces olvida que debe seguir siendo como un niño y que se juega la vida en ello).
Joaquín García

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