Rabiosa como un perro, cierro la boca con fuerza.
Con tanta fuerza que mis dientes estallan; sus aguijones se incrustan sin control en mis paredes, formando constelaciones de dolor.
Amaría apagarlas de noche,
que no me acuchillen de día,
que no me arranquen los ojos del sueño cada mañana.
Me sucede muy a menudo. Cada vez más veces, vuelvo a cerrar la boca y a llenar mi casa de metralla.
No tengo dónde esconderme.
No tengo hogar.
Todas mis banderas son venenosas, y brillan en la cabeza de esta fábrica de esquirlas y rabia.
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joder que chungo... ahora te llamo
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