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martes, 28 de diciembre de 2010

Deseos febriles

Me gustaría que el amor
se pudiese administrar
en pulcros cajones alejados
de la locura mundana.

Diseccionarlo como a una rana
que en tus entrañas se clava
para ver si es sólo el cadáver
de ilusiones pasadas.

Me gustaría que el amor
se pudiese manejar
y no fuese como un pterodáctilo
que no para de gritar
tan sólo un canario tímido
que canta si le dan alpiste
no vaya a ser que entre pálpitos
pierda la dignidad.

Me gustaría que el amor
no nos viniera tan grande
que la energía cósmica fuera
un juego de chavales
aunque supongo que entonces
viviríamos en “un mundo feliz”
y ya se hubiesen extinguido
los valientes (o dementes)
y los cobardes.

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