Qué bello sería morir despacio.
Caminar a pasos cortos
a un todo blanco de nada,
con las cuencas bien abiertas
con las yemas preparadas
para acariciar el mármol
con el ombligo dispuesto
a hundirse sin ritmo.
Pero, sin embargo, sobrevivo
con tu sexo anudado a mi palma,
con mi cabeza reposando
bajo su pie de verdugo.
Olfatear el duelo.
Avanzar, consciente,
a la descomposición.
Cerrar el libro.
Rumiar el telón.
Qué bello sería...
viernes, 28 de octubre de 2011
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Quedémonos con las ilusiones. Y con tu última frase, para transformarla en.
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