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lunes, 11 de octubre de 2010

Los pies desnudos

"Parada frente al mar mientras el mundo gira..."

(Roberto Iniesta "Standby")


Solo le quedaban los pies desnudos... Tan solo los pies inocentes y puros... tan solo los pies la diferenciaban por unas horas del resto. El resto, unos vaqueros y una camiseta fabricados en serie a millones sin un solo detalle o tara que la diferenciase de cualquiera que pudiese pasar por ahi...

Los pies... y la mirada, clavada en un punto fijo del horizonte, distante, ajena y sin dueño...

Se sostenía el mentón con la mano derecha y con la otra sujetaba un desproporcionado libro abierto al que no prestaba la menor atención mientras soltaba las riendas del tiempo.

No puedo saber cuanto tiempo estuvo allí, conectada al mundo exclusivamente por los pies, y desconectada de él exclusivamente por la mente. Completamente inmovil desde fuera, aunque me gusta pensar que por dentro se desataba un huracán.

Pensase lo que pensase, era la viva imagén del hartazgo tranquilamente digerido, de la busqueda sin pausa ni esperanza de la salida, de la aventura, de la juventud prematuramente (¿Cuándo no lo es?) perdida; la viva imagen del conformarse solo con, internamente, no haberse conformado.

Imagino que por delante de sus ojos pasaban los antiguos galeones en busca del oro del Nuevo Mundo, los primeros trenes que acercaban a sus pasajeros al exótico Oriente o simplemente que bajaba de un coche, hacia ella, un hombre con la espontaneidad y erotismo que hacía tiempo no sentía.

Cigarro tras cigarro, consumía el tiempo y el tiempo consumía, cigarro tras cigarro, sus sueños en humo y ceniza.

Sin embargo, aun estaba descalza, podía sentir la tierra bajo sus pies, acariciándola, arañándola o hiriéndola, pero mucho más alla de eso, reviviendo en ella los tiempos en que aun se podía, sin ser un loco, soñar con la aventura, vivirla incluso; tocar la tierra y vivir en ella, liberar el tiempo sin miedo a que éste acto seguido te golpeé. Ser desnudo, diferente no solo en la mente de un espectador por un simple detalle sino serlo de verdad...

En ese momento, miré avergonzado mis zapatos, más avergonzado aun el reloj, y me resigné a volver de nuevo al trabajo, no sin fotografiar mentalmente la escena y esforzarme en no pensar que en cuestión de minutos ella tendrá que hacer un gesto parecido, deshacerse de la inocencia de sus pies y volver a vivir el cotidiano San Fermín delante de la aguja del reloj.

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